Hace un poquito más de una semana que no escribo por aquí y creo que ya he acumulado suficientes experiencias como para escribir una entrada más larga e interesante que la última vez. He estado releyendo lo que escribí y creo que para lo que hice no merecía la pena publicar una entrada.
Comienzo con el día 28 de noviembre. Como anticipé, estuve tocando con la banda de Kirtan, aunque para ser más justo, no debería llamarlo la banda de Kirtan porque prácticamente no había ningún componente de la banda y sí mucha gente de la residencia. El caso es que pasamos un buen rato improvisando música y fue una experiencia que me gustó mucho. Tengo realmente pocas experiencias tocando fuera de la música clásica, y creo que es la primera vez que he improvisado con el violín (con el piano sí he improvisado muchas veces). Después de ello, me quedé estudiando en la universidad y se presentaba un comienzo de fin de semana (sí, mi fin de semana empieza el jueves por la tarde) un poco aburrido. Llegué a la residencia sin intención de estudiar porque ya había estado toda el día delante de los apuntes y no sabía muy bien qué hacer. Hasta que vi un mensaje de una chica de la residencia que estaba en el mercado de Navidad de Lausana. Lo puso por el grupo y había gente diciendo que salía de la residencia en cinco minutos. Y mira que no me gustan nada los mercados de Navidad, pero me pareció una buena excusa para juntarme con gente y echar un rato en la ciudad, que nunca viene mal. Así que a la velocidad de la luz me puse los zapatos y me planté en la entrada de la residencia. Fui con Marta y Yassir, personajes protagonistas de este blog a estas alturas, y nos juntamos con los amigos de esta chica, Irene, en un pub. Sinceramente, fue muy divertido estar allí. Como ya he mencionado alguna vez, cuando un plan surge tan improvisadamente suele acabar siendo muy chulo. Me sentí muy a gusto junto a la gente que ya conocía, vi a algunas personas que llevaba sin ver mucho tiempo, y conocí a otras nuevas, así que socialmente fue un acto perfecto. Después del pub, echamos un rato en el mercado y de verdad, es horroroso.
El viernes 29 podemos llamarlo día de transición. Fui a hacer la compra, estudié mucho, toqué el violín y poco más. El sábado decidimos aprovechar una oferta de transporte sobre la que ya escribí (aquí), que se llama Sortez. Como dije terminaba con el mes de noviembre y decidimos hacer una visita al mercado de Navidad (sí, otra vez) de Montreux. Como sabía que echar unas horas por la noche en el mercado no me iba a llenar porque los mercados de Navidad no son mi gran pasión, compré el pase diario ya por la mañana y me fui a visitar Vevey. Un chico me había dicho que tenía que ir sí o sí, y como no está muy lejos de Morges y no es un sitio muy grande, me pareció un plan interesante para la mañana. El sitio es muy bonito, parece hecho para mí. Es una pequeña ciudad de unos 20 000 habitantes, con unas vistas alucinantes al lago Léman. Y un sitio tan pequeño es el sitio que eligió Chaplin para vivir cuando tuvo que abandonar los Estados Unidos. Además se trata de la sede de Nestlé. En cualquier caso, no es eso lo que me gustó de Vevey, sino su ambiente, su paseo a la orilla del lago, sus calles... Es difícil plasmar lo que pienso de Vevey con palabras, por algo estudio matemáticas y física en lugar de poesía, y espero que en las fotos pueda haceros llegar mi amor más sincero por esta ciudad. Y aunque exagero en lo anterior, no exagero cuando digo que quizás, junto a la propia Lausana, Vevey puede ser la ciudad que más me ha gustado de cuantas he visto en Suiza.
Después de comer en la residencia, estudiar y demás quehaceres rutinarios, cogimos el tren rumbo a Montreux para visitar el mercado. Estuvimos horas y horas haciendo el tonto, parecíamos niños de quince años y es la mejor sensación que conozco. En el tren la gente nos miraba como pensando: "Pobrecitos", pero no, nosotros éramos plenamente felices. El mercado me agobió, estaba llenísimo de gente, era difícil caminar, y repito que no me gustan los mercados de Navidad. Pero todo eso está compensado de sobra habida cuenta del precio del trayecto y de lo bien que nos los pasamos haciendo el canelo. Y al llegar a la residencia, tuvimos una fiesta. Me lo pasé muy bien en la fiesta, seguimos haciendo el tonto y nos pusimos hasta unos disfraces que cogimos "prestados" de la escuela de circo que hay al lado de la residencia. El único problema es que mis energías estaban por los suelos, y las de todos, yo hice lo que pude. El domingo de nuevo fue un día de transición. Si queréis conocer lo que es el aburrimiento, tenéis que probar un domingo en Suiza, o al menos en esta parte de Suiza. Nada está abierto, el ambiente general es el descanso y no hacer nada. Los que tienen algo más interesante que hacer son los que se van a esquiar, pero no es mi caso.
Del lunes y el martes, diré que fueron días de un estudiante normal. Fui a la universidad y estudié. El miércoles, después de ocho horas de clase (siempre tengo que hacerlo después de ocho horas de clase), fui a un concierto, como también adelanté en este blog: el de la Orchestre Symphonique et Universitaire de Lausanne. Acudí junto a Yassir y Mervan, lo cual fue decepcionante en parte porque me hacía tanta ilusión este concierto que intenté que viniera muchísima gente y al final de ocho que podríamos haber sido si todo hubiera salido bien, fuimos tres. No obstante, estuvimos genial los tres, el concierto fue muy bonito. De hecho, fue bastante trágico y duro, el título era "De la tragédie humaine". La Sexta Sinfonía de Tchaikovsky fue su última composición y tiene una historia muy dura detrás. Según la página http://www.webpgomez.com/artes/mis-conciertos/388-sinfonia-n-6-de-tchaikovsky,
El estreno de la sinfonía no tuvo la acogida que Tchaikovsky esperaba. Hubo una especie de perplejidad entre el público y la crítica. No entendieron su significado, acaso sus innovaciones formales (¿una sinfonía terminando en un adagio lamentoso?) fueron excesivas. A los pocos días Tchaikovsky muere de cólera por haber bebido agua sin hervir. Se especula sobre si se suicidó o apostó su vida por un trago con el destino. La siguiente vez que se tocó la sinfonía fue un éxito arrollador. Parece que el público entendió la sinfonía tras su muerte.
En cualquier caso, es una sinfonía bestial. Recorre sentimientos y experiencias recurrentes en nuestras vidas, como el nerviosismo, el amor, la melancolía, los éxitos... Yo creo que Tchaikovsky quería escribir una amarga autobiografía, y lo hizo musicalmente, que es como mejor sabía hacerlo y como mejor se pueden transmitir ciertos sentimientos. Pensada como un todo, la sinfonía es desgarradora.
La otra obra que interpretaron fue el Concierto para violoncello de Elgar, que no es para nada una obra banal. También tiene un carácter nostálgico, y fue de hecho la última gran composición de Elgar. A diferencia de Tchaikovsky, no dejó el mundo terrenal nada más estrenar la obra, pero bueno, cualquier cosa que comparemos con el dramático final de vida de Tchaikovsky parece una tontería.
Ayer jueves, fue de nuevo un día poco interesante y hoy para relajarme un poco he ido a dar una vuelta por Lausana, pero no me ha ocurrido nada fuera de lo corriente. En cualquier caso, esta noche celebramos un cumpleaños en la residencia y mañana hacemos una noche de pizzas, en la que cada uno va a prepararse una pizza bajo la supervisión de los italianos. Yo siempre he dicho que es una mala idea porque son unos quisquillosos, pero seguro que pasamos un buen rato. Revisando mi calendario, tengo una semana bastante movida para llevar ya tres meses en Suiza (de la euforia inicial ya queda poco, ahora disfruto, incluso más que antes, pero de otra forma). El martes me debato entre una nueva edición del Cultural Café que, por cierto no han anunciado y me temo que nadie ha querido presentar, o ir a escuchar a Lara en su audición de acordeón. Sea lo que sea, hay algo chulo para hacer. El jueves van a representar Il conte de Marsico, una opera de Giuseppe Balducci que no tengo el placer de conocer. La representación será en el Forum Rolex de la EPFL, un sitio muy conocido para mí a estas alturas, pero al que le tengo cariño, y nunca he ido a nada musical que tenga lugar en él. El viernes tengo un cumpleaños de una amiga de Alemania; nos ha invitado a unas cuantas personas a hacer una fiesta en su residencia y es muy bonito porque creo que es la primera vez que voy a visitar una residencia que no es la mía. Pero sobre estas cosas, ya hablaré en la próxima entrada.
Y como siempre, voy a poner las fotos de la semana. Y por supuesto son fotos de Vevey.
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