Bueno, increíblemente el tiempo vuela. Cuando echo la vista atrás, parece que fue ayer cuando estaba en el avión montado, dirigiéndome por primera vez en mi vida a Suiza. En estos tres meses, Suiza ha pasado de ser una completa desconocida a ser una especie de segunda casa (aunque tiene que competir con Italia), de ser el sueño de cuando era más pequeño y me gustaban los Alpes y el lago Léman a ser mi vida cotidiana. Y el hecho de volver a España dentro de poco me hace ilusión. Estoy a gusto, quiero seguir viviendo experiencias nuevas en Suiza; pero obviamente me ilusiona mucho pasar unos días en Granada, otro sitio que tuve que conquistar cuando me mudé desde Madrid, y en el que inevitablemente uno tiene que dejar un pedazo de su corazón. Y ver a la familia cuando tienes tantas cosas que contar, cuando llevas tanto tiempo sin estar cerca de ellos, no puede sino hacerme feliz. Total, Suiza seguirá aquí para cuando vuelva en enero.
El fin de semana pasado terminó con un bonito día de patinaje sobre hielo. En Morges tenemos la suerte de contar con unas maravillosas instalaciones. Así que estuvimos cinco personas de la residencia. La verdad es que el año pasado estuve muy viciado a patinar en Granada, y estuvo muy bien recuperar las sensaciones.
El lunes me metí en una nueva aventura. Pensé que una buena forma de practicar el francés, ya que todo el mundo habla en inglés, de seguir mejorando mis habilidades didácticas y de ganar un dinerillo sería dar clases particulares. Por lo tanto, puse un anuncio y el caso es que contactaron conmigo para dar clase a una chica. Yo propuse dar una clase de prueba, y es exactamente lo que hice el lunes. La chica y su familia fueron encantadores conmigo, y a ella le gustó mi forma de dar clase, así que seguramente se convierta en una costumbre.
El martes por la tarde después de clase, también tuve una actividad fuera de la rutina. Fui a la Haute École de Musique y por primera vez pasé dentro. Lo que pasa es que Lara tenía una audición, y ya que nunca había asistido a un concierto de acordeón, y tampoco había escuchado a ella en directo; y ya que a las 18:30 de la tarde, suelo dar por concluida mi jornada de trabajo, pues pensé que sería un buen plan. La audición me gustó bastante, me gustó mi primera experiencia escuchando el acordeón en directo. El público era de apenas dos personas, así que el ambiente era bastante familiar y el profesor parecía encantado de tener un nuevo e inesperado fan. Me trató como a un verdadero monsieur. Y ya me ha invitado a estar atento para ir a la próxima audición.
El miércoles, si lo recordáis es mi día más duro, ese en el que empiezo las clases a las 8:00 y termino a las 18:00, así que si esperáis que haga algo chulo los miércoles sois demasiado optimistas. Bueno, por mencionar, puedo decir que un profesor (para mí el mejor de los que tengo), dio su última clase de una asignatura, y el tío es tan bueno, que surgió una grandísima ovación. Nunca había visto tal cosa hacia un profesor de universidad. Pero la verdad es que este profesor parece ser muy buen matemático y tiene una soltura y habilidad para dar clases que no puedo sino admirarle.
El jueves, como ya conté, fui a escuchar la ópera Il conte di Marsico. Fue interpretada por una orquesta de estudiantes y por seis cantantes profesionales. Además, vinieron al Forum del Rolex Learning Centre de la EPFL a tocar. Se trata de una sala en la que suelen organizar conferencias, y en la que he estado varias veces. Siendo en la EPFL, donde ya estaba porque había ido a clase y un concierto gratuito, no dudé en acercarme. La ópera en sí no me va a cambiar la vida. Era una historia de amor muy estereotipada y siendo una ópera miniatura, la escenografía no era asombrosa tampoco. Sin embargo, me gustó bastante la experiencia y las cantantes me parecieron realmente buenas, demasiado como para que el concierto fuera gratis. Por último, conocí a Guillaume, un chico que vino, se sentó a mi lado y con el que empecé a hablar. Parece que le encanta la música clásica y seguramente en los próximos meses intente liarme para ir a más conciertos. Y yo soy fácil de convencer.
Ayer viernes, como también dije, estuve en la fiesta de cumpleaños de Alicia. Fui completamente a la aventura, pues de todos los allí presentes, en principio sólo iba a conocer a dos. Luego, me dijeron que otra chica que conocía también iba a ir, pero el caso es que había allí una veintena de personas, o más. Estuve hablando con gente que no conocía, y me lo pasé muy bien. Sin duda, la apuesta me salió ganadora. Hablando de hoy, ha sido un buen día, pero no he hecho nada no cotidiano, así que no merece la pena que los escriba aquí.
Creo que la entrada no me ha quedado suficientemente sentimental como para ser la última del año. He pensado que sería interesante escribir este fin de semana, una entrada de recapitulación, pero ya se verá.
En todo caso, para respetar el formato de la entrada semanal, debería contar mis planes para la semana que viene. El resumen es que no tengo ningún plan. Sí, mentalizarme para coger el tren el viernes a las 4 de la mañana, que tengo el vuelo muy temprano. Creo que durante estos tres meses, he hecho muchas cosas, no me puedo quejar si en los próximos días no tengo nada que hacer. Además, tengo que preparar la maleta y el viaje en general. Contaré más experiencias a mi vuelta, dentro de casi un mes. Mientras tanto, portaos bien.
Ah, y que no se me olvide el último elemento imprescindible en toda entrada semanal que se precie. Alguna foto. Resulta que no he tomado muchas fotos esta semana. De hecho, juro que, mirando en la galería, la única foto que he tomado ha sido desde la ventana, la clásica vista al lago Léman. Y como no tengo otra cosa, pues la pongo y ya está. Ah, y también me he dado cuenta de que tengo una maravillosa foto que hice en el baño de la universidad. Si entendéis un poco de francés, os va a gustar. Creo que el pensamiento occidental nació en la puerta de un baño.
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