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Segunda semana (del 23 al 29 de septiembre): aclimatación

El verano ya llegó a su fin, de septiembre apenas quedan los últimos retazos y a pesar de todo ello, cada día me siento más ambientado en mi nueva casa. Ha sido mi primera semana completa en la universidad, ya que el lunes de la semana pasada fue festivo nacional (de hecho, es el único festivo que voy a tener hasta Navidad; yo me lo habría reservado para más adelante). La sensación de empezar a conocer sitios, no perderse al caminar por el campus, saber las ofertas de los supermercados para poder hacer la compra sin hacer un agujero en la economía familiar... es realmente satisfactoria. Creo que a nadie le gusta sentirse un extranjero, un extraño durante mucho tiempo.

A este sentir, sin duda ha ayudado mucho haber conseguido cerrar muchas gestiones pesadas durante la semana. El lunes por fin conseguí tener un número de teléfono suizo para poder tener Internet y llamadas en Suiza a un precio lógico. Estaba un poco angustiado porque el pasado jueves era el último día para comunicar a la universidad nuestros datos bancarios, con el fin de que pudieran ingresarnos la beca. Para recibir una transferencia desde Suiza en francos suizos sin perder la mitad de la beca en comisiones, necesitaba sí o sí una cuenta bancaria en Suiza. Pero abrirte una cuenta bancaria en Suiza no es tan fácil como ir a la oficina y decir que quieres una cuenta, porque eso sería ponérselo en bandeja a algunos ladronzuelos.

En realidad, lo único que necesitan es un papel oficial que certifique que realmente estás residiendo (y con permiso) en Suiza. Para ello, lo suyo es tener el permiso de residencia, pero obviamente no lo tengo porque me inscribí en el ayuntamiento hace apenas una semana. Al final, el ayuntamiento puede dar un papel que certifica que has pedido el permiso de residencia, todavía no lo tienes y estás viviendo en el municipio, que sirve para abrir la cuenta del banco. Después de pasarme por la oficina de población y hacerme con el susodicho papelito previo pago de 20 francos suizos (estoy harto de que cada movimiento burocrático sea un pellizco a mi cartera porque a mi llegada he tenido que hacer unas cuantas gestiones así), me presenté en la oficina y conseguí mi anhelada cuenta suiza. Y con esto creo que ha sido suficiente con respecto a los papeles.

En la universidad, el curso ya marcha a su velocidad normal y, aunque haya tiempo para todo, hay que centrarse ya en lo importante. Esta semana he conocido por fin la biblioteca de la EPFL y es un sitio muy curioso. El diseño del edificio es extraño, porque el suelo tiene forma ondulada, de tal forma que cuando estás en el exterior puedes ir caminando por debajo. Eso hace que cuando te encuentres dentro de la biblioteca, estés todo el tiempo subiendo y bajando pendientes. Desde el punto de vista estético es un sitio muy chulo, pero la verdad es que el diseño no es el más práctico ni cómodo. Lo mejor de la biblioteca es que hay una máquina expendedora de tapones de oído gratuitos (y son de los buenos). Yo nunca uso tapones de oído para estudiar, pero vaya, que los mangoneo igual porque son gratis. En suma, lo importante es que allí siempre puedo encontrar sitio para estudiar y los libros que creo que puedo necesitar consultar en ciertos momentos tienen varios ejemplares disponibles así que me gusta.

Hablando ahora de actividades más lúdicas, un buen día me llegó un mensaje a mi correo de la universidad de parte de una asociación universitaria integrada por y dirigida a estudiantes españoles que se encuentran en Lausana. Creo que los españoles somos los únicos que tenemos una cosa así. De hecho, cuando vi el mensaje recordé una conversación con uno de los organizadores del Welcome Weekend, quien me dijo que los españoles tenemos una curiosa tendencia a relacionarnos y buscarnos entre nosotros cuando vamos al extranjero, mientras que la gente de otros países no mira la nacionalidad a la hora de buscar un interlocutor. Esta asociación organizaba para el jueves una jornada de bienvenida para los estudiantes españoles, y por supuesto, allí estuve. Aparte de la gente que está de intercambio, conocí un montón de personas que están realizando su grado o máster universitario en Lausana. No esperaba que hubiera tal cantidad de españoles en la universidad, y fue genial conocer a gente nueva. Me encontré con Rodrigo, un doctorando granadino que en su día realizó un intercambio en Lausana y ahora ha vuelto aquí para obtener el título de doctor. Rodrigo me ayudó mucho hace unos meses porque conseguí su contacto y me ayudó con todas las dudas que me pudieron surgir a la hora de decidir venirme a Suiza. Me recomendó muy encarecidamente venir aquí, me dijo que esto iba a merecer la pena en todos los sentidos. No sabía que él había vuelto y me hizo mucha ilusión conocerlo por fin en persona. También pude por fin hablar más tranquilamente con Charles, un chico de mi clase de matemáticas que me pareció muy simpático, y la nota curiosa es que también conocí a un chico italiano en esta fiesta para estudiantes españoles, muy bien se tuvo que infiltrar.

Violando completamente el orden cronológico, el miércoles estuve en la cena de la sección de física de la EPFL. Los estudiantes del último curso de grado organizan un viaje de estudios y para financiar los gastos organizan eventos como este. Como el viaje va a ser a Japón, decidieron ofrecer una cena japonesa, y ellos mismos se encargaron de cocinar la comida y atender a los comensales. Yo me apunté sin pensarlo porque me gusta demasiado la comida japonesa. Un poco más tarde me enteré de que otras personas de intercambio también estaban interesadas en ir a la cena, y nos pusimos todos juntos en una mesa. Eché un muy buen rato con ellos. En cuanto a la cena misma, no era una comida japonesa de lujo con ingredientes extraordinarios (claro, era una cena para estudiantes de física y los cocineros no eran profesionales), pero estuvo bastante bien. La mayor pega es que tardaron mucho en servirnos la comida y a pesar de llegar a las 19:00 al sitio, a las 21:30 sólo habíamos comido el entrante. Estábamos desesperados, pero al final así la comida entró mucho mejor. Y como estábamos conversando o bromeando sobre el hambre que teníamos, el tiempo se pasó algo más rápido.

El viernes quedé con dos chicos de la residencia, uno portugués y el otro turco, para salir a correr por las cercanías de la residencia. No puedo decir que fuera un buen entrenamiento porque no los vi en su mejor forma y tuvimos que parar unas cuantas veces, pero pudimos hablar de muchas cosas y tomar un poco el aire, además de mover el cuerpo, que nunca es mala cosa. Parece que se quedaron con ganas y quieren volver a intentarlo hoy. Si es así, yo me apunto sin lugar a dudas. Por otro lado, es posible que hoy visite la ciudad de Morges, en la que llevo más de dos semanas y de la que no sé casi nada; y también tengo muchas de ganas de bañarme en el lago Léman. Llevo queriendo hacerlo desde que llegué y cuanto más tiempo deje pasar más frío hará. Seguro que el agua de este lago de los Alpes es muy fría, pero mis ganas de bañarme en el lago no tienen una explicación en la temperatura porque tampoco hace calor. Simplemente es algo que creo que tengo que hacer ya que he venido hasta las orillas del lago Léman.

Las fotos de esta semana son del amanecer en Morges y del campus de la EPFL. La primera foto la tomé un día nada más salir de la residencia cuando iba a la universidad. El color del cielo me impresionó, hice la foto y cuando miré la foto simplemente no me gustó porque era mil veces menos impresionante que la realidad. Pero ahora que no tengo tan reciente el recuerdo de lo que vi en vivo, la foto me parece bonita (a secas). En la segunda foto, se ve en el margen izquierdo el edificio de la biblioteca, y podéis apreciar la idea del diseño ondulado.



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